La controversia de ser un expatriado
El mayor problema es la adaptación, pero no sólo de ida, sino de vuelta

Conoces algún expatriado, son esas personas que abandonan su hogar y parten hacia otras tierras, se les dan muchos nombres y a menudo estos están intrínsecamente ligados a las razones de su marcha, hay quienes parten de su tierra por temor, a trances militares, persecución religiosa o simplemente para alejarse del conflicto, esos son los refugiados; hay quienes por tener mayor desarrollo se aventuran en empresas en otras latitudes, a ellos los denominan emprendedores y hay un tercer grupo que simplemente se va, por que no tienen nada más que buscar, ellos son los desesperanzados.
Finalmente, todos se van de su hogar por la misma razón, estar mejor, la expatriación ha sido una consecuencia de las peores crisis económica y bélicas que se han sufrido desde siempre, es por ello que el primer hombre en Etiopía, partió a descubrir y a fundar, llegando con su marcha a todos los confines de la tierra, sin embargo, a medida que la situación económica, social o política mejora, la repatriación puede ser una oportunidad para recuperar un talento enriquecido con su experiencia internacional y el aprendizaje de otros idiomas, además, las naciones deberían aprovechar el retorno de estos para impulsar los cambios necesarios en la cultura, por ejemplo, en aspectos como la movilidad o la conciliación.
Y es que crisis no solo es sinónimo de oportunidad, pero desde el estallido de la crisis (no se hace diferencia a que crisis se refiere, soló a una crisis, todos escapan de una crisis), hace ya unos cuantos años, no se ha dejado de escuchar la frase que, pese a ser un mantra oriental, parece cocinada en una convención de emprendedores: «Crisis = oportunidad», «Crisis = oportunidad», «Crisis = oportunidad», pero este enunciado encierra trampas, la crisis, antes que cualquier otra cosa, es un desafío psicológico, pues las situaciones que tienen que enfrentar los migrantes van a poner a prueba su equilibrio emocional, solo si disponen de los recursos psicológicos para superar esas situaciones convertirán su aventura en una oportunidad.
Los que se van suelen hacerlo con la idea de regresar, en algún momento, cuando la crisis haya pasado, pero, con el tiempo, volver se hace complicado, y uno de los problemas que surgen es la sensación de quedarse atrapado en el extranjero, con un pie en cada mundo, a veces ese bloqueo hace que se demoren decisiones importantes relacionadas con el proyecto de vida como la posibilidad de casarse o tener hijos y a veces, desde el extranjero, la decisión de comprar un sofá genera angustia porque eso supone ponerse demasiado cómodo en el país de acogida, cuando aún no se ha decidido dónde se quiere vivir.
Algunos de los que se fueron con la idea de regresar descubren por el camino que no pueden renunciar a lo que les ofrece el país de acogida, quizás se han enamorado o han encontrado el desarrollo profesional que buscaban, ponen los pros y los contras en la balanza y deciden quedarse a vivir, pero esa decisión no es fácil, implica muchas renuncias.
Asumir que la vida en el país de origen, continuará sin ellos, que no estarán en los acontecimientos importantes de familiares y amigos, que siempre tendrán un acento que les hará diferentes, aceptar todo eso, no solo en el nivel racional, sino también en el emocional, tiene todas las características de un duelo y por eso se le llama duelo migratorio y aunque parece nombre de canción de los años 60s, un duelo migratorio mal elaborado puede pasar de generación en generación.

Los padres migrantes y los niños de la tercera cultura
La experiencia no es inusual, particularmente porque la demografía de los expatriados ha cambiado en los últimos 20 años, porque tradicionalmente, una población de expatriados involucraba a profesionales que eran transferidos a una oficina internacional por su compañía para lo que normalmente sería un despliegue único de tres años, con paquete lucrativo de incentivos a menudo endurecería el trato; o porque el conflicto social, religioso o políticos se fue de las manos.
Pero las encuestas recientes muestran que el perfil de los expatriados está cambiando, según un informe, los expatriados tienen ahora la misma probabilidad de ser asiáticos, como los europeos, árabes, centroafricanos o americanos y los expatriados están tomando esa serie de asignaciones laborales más cortas y consecutivas o aceptando implementaciones a más largo plazo, pero la gente también está encontrando sus propios trabajos en el extranjero, ya sea por elección o diseño, muchos se encuentran viviendo lejos de su hogar durante décadas.
Ellos siempre serán extranjeros, el malestar entre los emigrados de larga duración llega cuando toman conciencia de que, por mucho que sepan mantener una conversación distendida o gocen de reconocimiento laboral, siempre serán extranjeros, este sentimiento no tiene que ver con conductas xenófobas, es un sentimiento inherente al migrante.
Y estas largas ausencias de la patria, tienen muchas ventajas, pero desventajas, las diásporas o la migración forzada, incluso cuando el desplazamiento es consentido, pueden causar estragos en el sentido de identidad de una persona, un sentimiento que se intensifica por el tiempo que pasa y la frecuencia con la que visitan el hogar, según Nicola McCaffrey, psicóloga con sede en Stavanger, Noruega, algunos expatriados a largo plazo no pueden adaptarse a su nueva vida en su antiguo hogar y luchar contra el choque cultural inverso, aunque en algunos casos, regresan a la carretera, sin poder continuar donde lo dejaron.
«Muchas personas comienzan a repatriarse cuando quieren establecerse y tener una familia», afirma la entrenadora de desempeño profesional con sede en Londres Nikki Thomas, quien pasó dos años trabajando en Hong Kong, “es la idea de criar a sus hijos en el mismo país donde nacieron y darles a sus hijos el mismo pasaporte: su identidad, también es que ves tu tierra natal a través de lentes teñidos de rosa después de que te vayas, y a medida que las generaciones envejecen, quieres estar «en casa» para sus padres».
El problema es que esas expectativas brillantes pueden no estar a la altura de la realidad, el mundo sigue moviéndose mientras se van, Thomas recuerda el impacto de la votación por el Brexit a los amigos británicos que había hecho en el territorio, “creo que les asustó; que su hogar no era como lo habían dejado «, recuerda ella, los expatriados subestiman con demasiada frecuencia el aspecto transformador de vivir en el extranjero durante un período prolongado.
«Vivir y trabajar en el extranjero puede cambiar profundamente a una persona y a sus familiares, y de una manera que nunca podrían anticipar», explica Jenny Castelino, directora de ventas interculturales y gestión de cuentas en Cartus, si bien los empleos pueden ser un factor en la decisión de repatriar, particularmente en estos tiempos económicos problemáticos, muchos expatriados regresan a su tierra natal para estar más cerca de la familia, como verdadera excusa.
La socióloga estadounidense Ruth Hill Useem acuñó el término Third Culture Kids, TCK o Niños de la tercera cultura, para describir a los niños que pasaron gran parte de sus años de formación fuera de su país, su investigación fue iniciada por la experiencia de sus propios hijos cuando creció en la India, donde fue publicada en un proyecto de investigación en la década de 1950, un típico TCK tenderá a tener múltiples respuestas a la pregunta de dónde soy, amigos de numerosos países y, a menudo, la capacidad de hablar más de un idioma.
Helen Maffini, que ha vivido toda su vida mudándose de un país a otro, describe a sus hijos como «resilientes» pero dice que probablemente les resulte difícil definir la idea de hogar, ella ha escrito un libro, Sammy’s Next Move, para ayudar a guiar a otros niños a través de las realidades de una vida en movimiento, y las nociones de hogar e identidad, el personaje principal es un caracol que lleva su hogar con él donde quiera que vaya, de hecho, Maffini data del inicio de su propia vida de expatriada cuando ella tenía 15 años y su padre aceptó un trabajo en un laboratorio de investigación en Japón.
Así que no es sorprendente que haya elegido una vida similar para sí misma, su propia hija, que ahora tiene 20 años, está estudiando en Ottawa y, como muchos TCK, parece haber heredado la inquietud de sus padres, por ahora ella no tiene planes de quedarse en Canadá y su ambición es viajar por el mundo.