
Ni los intentos de golpe, ni la consulta popular, han hecho nada para iniciar una transición democrática
Este año para la oposición y para el pueblo venezolano ha sido increíblemente difícil. La emergencia humanitaria y el desplazamiento forzado se vieron agravados por la pandemia del Covid-19, a medida que el país se alejaba aún más de estabilidad económica.
En diciembre, el presidente Nicolás Maduro, siguió adelante y ganó las elecciones legislativas. Mientras los partidos de la oposición boicotearon y la comunidad internacional condenó.
La oposición argumentaba que, debido a que el proceso electoral estaría significativamente sesgado y a favor del partido gobernante, era absurda su participación. A pesar de la baja participación del 31%, la votación resultó en que el 91% de los escaños se integró a los leales a Maduro.
En respuesta, la oposición decidió llevar a cabo una «consulta popular» para rechazar la elección fraudulenta. La votación sin ningún efecto vinculante y al estilo de un referéndum, tuvo lugar del 7 al 12 de diciembre, según la oposición.

Mientras Maduro sigue consolidando su fuerza, la oposición se desvanece entre marchas y llamados a la calle
La medida estaba destinada legitimar al líder Juan Guaidó, quien el año pasado anunció la creación de un gobierno interino. Un derecho que estaba garantizado bajo la constitución venezolana por 30 días. Este se ha alargado lejos de la legalidad por casi 2 años.
Es difícil ver cómo la «consulta popular» logrará el resultado deseado y cómo llevará a cabo la transición a la democracia, prometida durante mucho tiempo por la oposición. Porque desafiar a un gobierno no es tarea fácil.
Los disidentes de todo el mundo han utilizado diferentes mecanismos: Desde protestas, golpes de estado y presiones internacionales para poner fin al gobierno socialista. Más allá de todo el esfuerzo infructuoso de más de 7 años, Maduro ha mantenido el poder.
Para liderar un movimiento de resistencia, la oposición no necesita una burocracia gubernamental que ya no sea legítima o capaz de gobernar.
En cambio, debería centrarse en desarrollar una nueva narrativa y vínculos con grupos autónomos de la sociedad civil. Promoviendo un liderazgo transparente y colectivo y tratando de aliviar el sufrimiento de la población en general.