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Conoce Zipolite, la playa de la muerte

Como es la vida en la Zipolite, en algún lugar de Oaxaca

Hay algo arraigado y edificante en las comunidades en las que los muertos siguen siendo efectivamente parte de la vida, uno de ellos el Zipolite, donde la muerte, es una amenaza presente e histórica.

El 23 de junio de 2020, un terremoto de magnitud 7.4 sacudió la costa del estado sureño mexicano de Oaxaca, cerca de Zipolite. La sensación apocalíptica del sismo, se sumó a las personas que gritaban huyan a las colinas.

La mi estadía en Zipolite, está marcada por los tsunamis. Pero, no pudo ser de otra manera en un lugar cuyo nombre, significa «playa de la muerte», en lengua zapoteca.

Había varias teorías sobre los orígenes del nombre de Zipolite, la más obvia era que se trataba de un tramo letal de mar, donde las olas y las mareas habían causado la desaparición de innumerables bañistas a lo largo de los años.

Algunos observadores sostienen que las poblaciones indígenas regionales habían visto a Zipolite. Posicionado como está en el punto más meridional de Oaxaca, como una especie de inframundo.

Zipolite, La playa de los muertos.
Hay algo arraigado y edificante en las comunidades en las que los muertos siguen siendo efectivamente parte de la vida.

En Zipolite se celebra la muerte y se reivindica la vida

La situación entre dos cabos rocosos de la tranquila bahía, no señala, ningún peligro a los turistas. Sólo los habitantes de la playa, conocen la ferocidad del mar, cuando lo agita un temblor.

Las familias en el lugar, se apresuran a subir a las colinas cercanas y desde allí se ríen de cada réplica. Mientras recuerdan el último gran terremoto en 2017. Cuando también hubo una alerta de tsunami que envió a los habitantes de Zipolite a buscar refugio en el cementerio situado en una de las colinas que dominan la ciudad.

En ciudades como esta, las gentes, acostumbradas a la muerte y a vivirla de cerca, toman el suceso, como un recordatorio de sus seres ya fallecidos. Arman fiestas con fuegos artificiales y mariachis para las noches de funerales y comparten la vida con los muertos.

De acuerdo con el historiador Federico Navarrete, de la Universidad Nacional Autónoma de México, la incapacidad de llevar a cabo rituales funerarios establecidos fue «problemática» para muchas comunidades mexicanas.  No sólo desde una perspectiva «sobrenatural» sino también «comunitaria». Dado que los funerales constituían «eventos colectivos» y un lugar para la «afirmación de lazos sociales».

En perspectiva, la muerte es siempre una ocasión alegre en México. Muchos de los mexicanos, señalan: “dado que todos tienen que morir de todos modos, en última instancia es más saludable para nosotros, hacer una celebración de ello”.

Obviamente, en lugares donde en las fiestas, la muerte es participante y miembro principal, un cementerio es un soplo de aire fresco. Una ciudad como Zipolite, signada por el desastre y la muerte, se convierte en un sitio donde los fallecidos, acompañan y protegen a los que quedan.

Las tumbas se convierten en lugar de sosiego para los que se refugian de los maremotos y dan paz a los desesperados. Además de convertirse en centro de reunión de las familias. Allí se refunden en alegría los ancestros y sus descendientes.

Fuente
ElUniversalInfoBaeMarca

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