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El reggae entra en la lista de protección de la Unesco

El género musical que clama la anarquía contra el establishment es patrimonio inmaterial

¿Acaso no sabe que la decisión de la Unesco de agregar reggae a su lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad será el beso de la muerte para el resto de la «música rebelde» en Jamaica?, mientras que la delegación de la isla en las naciones unidas se estaba acostumbrando a celebrar con reggae en las calles de Kingston, Spanish Town, el reconocimiento por parte de la ONU es, en el mejor de los casos, demasiado tarde y, en el peor, algo sospechoso.

Y sospechoso, pues el reggae ha estado denunciando durante décadas como «Babilonia», el gobierno jamaicano, y el poder global ha estado manipulándolo todo, y son estas, hoy en día son las mismas que lo consideran un tesoro cultural internacional digno de protección y promoción, es como si los pavos respaldan la navidad, con los devoradores tramando un plan astuto para hacer que el 25 de diciembre sea vegano.

Si este gong le otorga al gobierno jamaicano la propiedad de la música rebelde que anhela, la Unesco puede ser culpable de respaldar de momento un golpe al último clavo en el ataúd de la anarquía, que arraigó el género pues, la potencia política que enarbola ha perdurado durante generaciones y a las autoridades de Jamaica ciertamente no les gusta eso.

La función de la música «como un vehículo para el comentario social, es una práctica catártica y un medio para alabar a Dios» no había cambiado desde su aparición en el Caribe a fines de la década de 1960, afirma la Unesco, la artista de Reggae, Hollie Cook, asevera que los políticos podrían sacar un «mensaje fuerte de paz, amor y unidad» del reggae, y describió su impacto cultural como «un gran ejemplo de cómo la inmigración tiene un gran efecto positivo en nuestra sociedad.

El gobierno de Jamaica solicitó el reconocimiento de su tradición musical en una reunión de la ONU en Mauricio este año, «es una música que hemos creado que ha penetrado en todos los rincones del mundo», afirmó la ministra de cultura del país, Olivia Grange, al hacer la introducción para la inscripción del reggae en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de la Unesco y la ONU para la educación, la ciencia y la cultura, ella explicó que: «La contribución del reggae al discurso internacional sobre cuestiones de injusticia, resistencia, amor y humanidad subraya la dinámica del elemento es a la vez cerebral, sociopolítica, sensual y espiritual».

Reggae Rebelde.
El reggae «puede cuidarse solo», comenta Don Letts, «no hay duda de que Jamaica no ha cosechado los beneficios económicos de su impacto cultural, y eso es lo que realmente necesita la isla y si la ONU puede arreglar eso, vallan por ello».

El reggae de Jamaica, no necesita que lo cuiden, lo ha sabido hacer bien

Los jamaiquinos no necesitan que la ONU respalde la banda sonora de sus vidas y no necesitan que la Unesco les diga que el reggae es «cerebral, sociopolítico, sensual y espiritual», pues los jamaiquinos ya lo saben, saben desde hace medio siglo que el ritmo del reggae es el latido del corazón de su nación y que sus letras son el alma y la conciencia de su gente, desde Burning Spear’s Slavery Days hasta Damian Marley’s Welcome To Jamrock.

No es el pueblo jamaicano, sino el establecimiento jamaicano el que necesita escucharlo, el mismo establecimiento de Jamaica que luchó contra el reggae durante años hasta que se dieron cuenta de que estaba generando más ingresos que la enfermiza industria de bauxita de la nación, por lo que tuvieron que incorporarle, al menos, el candado y las acciones, aun ardiendo desde los días en que fue inspirador durante las revoluciones de Zimbabue y Angola a Granada.

Cuando el Reggae nació, el gobierno de Jamaica solo se preocupaba por este en el momento de la elección, cuando lo usaban como un conducto para llegar a las masas, muchos de los cuales obtuvieron su educación política a través de la música de los Wailers, Culture, Burning Spear, The Mighty Diamonds, Toasters y raperos como Big Youth, I-Roy y, mucho más tarde, Buju Banton.

El desprecio del gobierno por el reggae significó que los ingresos obtenidos de la música de todo el mundo se destinaron a los cofres de todos los demás países, excepto Jamaica, pues dondequiera que la gente fuera oprimida, el reggae lanzó un grito de batalla por el cambio: «Levántate, defiende, defiende tus derechos», pero especialmente en Jamaica, el reggae acusaba a las autoridades de ser los nuevos «conductores esclavos»; ese mensaje era equivalente a la sedición en lo que a las autoridades se refería y les afectó mucho.

En aquel entonces, en el apogeo del género en los 70, no se podía escuchar una melodía de reggae en las radios controladas por el estado en la isla, podías escuchar a Abba y Jim Reeves, pero la radio jamaicana no te dio la menor idea de que el reggae era el «corazón y alma» del país y como ministra de cultura, Olivia «Babsy» Grange se ruborizó en la reunión de la Unesco.

La ironía, Grange, una ex productora de reggae, está promocionando una visión limpia de la isla porque ahí es donde está el dinero, esto fue evidente en la pista de Bob Marley que su delegación eligió para celebrar la ocasión memorable: One Love, una canción que se convirtió en un gran éxito póstumo para el rey del reggae, pero que rara vez, si acaso, se realizó en vivo.

Como una canción tan subversiva como es, su dulzura externa no le sentó bien al creador de música del ghetto de Trenchtown, cuando viajó por el mundo como una superestrella a finales de los 70, el «corazón y alma» de Jamaica aprobado por el gobierno y la Unesco es el del turista feliz en una playa con algunas bebidas, meditando con la música de Bob Marley, el reggae que no señala con el dedo al gobierno que te vendió esas vacaciones todo incluido al sol, este reggae que se proclama para las masas, no es el corazón o el alma de Jamaica; para el turista arenoso el verdadero reggae nunca lo escucharán o lo verán, pues es reggae sin sus dientes.

Fuente
InfobaeICH.Unesco

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