EE.UU.InternacionalesPolíticaSucesosTecnologia

La temible impostura de la anarquía

Hay una diferencia entre libertad de expresión y Alex Jones

Bien dijo un filósofo francés del siglo IXX de nombre Sébastien Faure “Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista”, por lo que, bajo una formulación tan simplista, no pocas doctrinas o movimientos han manifestado ser cónsonas de tal interpretación y acción, muchas de ellas, sin duda alguna, no fueron bien entendidos por la opinión pública, pero más allá de lo que en realidad signifique, la anarquía estilísticamente hablando, o los autodenominados anarquistas a menudo han ocupado un lugar central en las protestas dirigidas contra instituciones políticas, gobiernos e instituciones privadas, entre ellos nos encontramos a Alex Jones, presentador de radio norteamericano que nos ha demostrado que existe un límite en la libertad.

Jones no es periodista y tampoco un líder político, pero encabeza un movimiento ultraderechista de indignados sobre los tenores que ha tomado el gobierno norteamericano y usa esa palestra, con el fin de denigrar a minorías étnicas y otros grupos como la comunidad LGTB, con lo que ha demostrado que, aunque la libertad de expresión puede que sea del uso individual, también tiene límites y tiene sus raíces se encuentran en la realidad y no en teorías que se fundamente en afirmar suposiciones, cuando estas carecen de verdad.

Las compañías tecnológicas han cambiado su tono con respecto a la libertad de expresión y la transparencia, ya que leyes, y tal vez los reguladores, se han quedado dormidos, mientras los medios se salen de control y se convierten en hervideros de falsas acusaciones, los legisladores tendrán que ponerse al día, pues una nueva esfera pública, la que se cierne sobre la comunicación, aunque ya unas pocas empresas, no gobiernos, quienes han tomado la rienda por delante a los que actúan como censores.

Cuando la mayoría escucha la palabra «anarquía», piensan en el caos, le viene a la mente imágenes de pandillas en las calles, saqueos y disturbios, descontrolados, una suerte de locura, pero puede que, a través de propuestas fluidas y discutibles, puede comenzar a entenderse la postura de Infowars e incluso llegar a aceptarla y en este sentido no se estará de acuerdo con la censura del sitio web antisistema fundado y liderado por Jones.

Pero el periodismo puro y duro, no existe, pues abarca muchos estilos y moralidades, y pocos de ellos han sido tan elásticos como para abarcar las prácticas de Jones e Infowars, por supuesto, los reporteros y hackers desde tiempos inmemoriales han mentido, han cometido errores y han propagado el odio, pero el método y la motivación específicos de Jones, ofreciendo un contraataque a la opinión mayoritaria, con la que ha construido una comunidad en línea, no cuentan como periodismo, ni siquiera sería un «comentario».

Alex Jones es un teórico de la conspiración, con una postura abiertamente de derecha al mismísimo estilo de los antiguos líderes de la Europa Nazi, y su extraña relación con la verdad ha sido durante mucho tiempo la de una cortadora de césped con el césped.

Enarbolando una ética conservadora, ha causado un terrible sufrimiento y es que es difícil imaginar el dolor soportado por Veronique De La Rosa y Leonard Pozner, cuyo hijo Noah, de 6 años, fue asesinado en Sandy Hook, pero pensar que ellos fueron atacados por anarquistas y que han sufrido amenazas de muerte, después de que Alex Jones asumió la idea de que habían matado a su hijo, es una actitud simplemente desmedida.

Eso, sin embargo, es una posición moral, pues la ética es la moralidad en la práctica y depende de un punto de vista particular de la libertad de expresión, pues esta al ser una rama de la libertad, es una función de la experiencia y el experimento, pero está supeditada al imperio de la ley, a pesar que algunas personas creen que ésta no debería tener límites para nada, pero naturalmente, no se puede tomar una posición en este sentido, sobre dónde deberían estar los límites de la libertad de expresión, a pesar que se puede señalar que las democracias han tendido a promulgar leyes para frenar sus ocasionalmente dañinas consecuencias.

Impostura de la Anarquía.
Un ejemplo sobre cómo perduraría una sociedad anarquista a largo plazo, es que en el corto plazo nos muestra que podríamos necesitar encontrar un sinónimo diferente para «caos».

Entonces quién es el dueño de la libertad de expresión.

La expresión, como toda balanza de la sociedad tiene límites, estos no son autoimpuestos, sino que más bien es la ley quien la circunscribe, pues los derechos de todos terminan donde comienzan los de los demás, es por ello que, aunque quisieras expresar tu pensamiento, hay una delgada línea roja, donde estos pueden transgredir los derechos ajenos y es donde se debe detenerse.

Estas leyes se han adaptado y han sido adoptadas por varias personas en distintos momentos según las circunstancias y los límites de estas leyes son espacios y lugares disputados por valientes activistas, fanáticos de la basura e idiotas por igual, pero la realidad de la libertad de expresión es que está arraigada en hábitos, situaciones y tiempos específicos, y las personas que tienen una visión particular en un momento determinado son susceptibles de cambiar esa opinión, si los hechos varían.

El ejemplo más claro o más reciente es el de las compañías de tecnología de redes sociales, que solían hablar en términos utópicos sobre su capacidad de diseminar la libertad, conectar el mundo y otros etcéteras, cosa que algunos todavía hacen, pero la mayoría de aquellos ubicados ​​en Silicon Valley surgieron de una cosmovisión libertaria, de avanzada, quizás hasta por encima de tales limitaciones.

Pero a medida que se ha acumulado la experiencia de su impacto en el mundo real, el idealismo ha disminuido y hasta se ha evaporado y así, ahora, el enfoque de la libertad, y específicamente el de Alex Jones, se ha actualizado, y aquellos que hablaban de libertad de expresión, lo han censurado, pues han cambiado su punto de vista, y lo han hecho al final de un largo proceso, ya que hace tan sólo dos años, los gustos de Facebook y Twitter insistían en que no eran compañías de medios, es decir, no se metieron en el dominio de los juicios editoriales, lo que conocemos como periodismo.

Esa afirmación siempre fue ingenua y cobarde, pues ahora está expuesto como falso, también y en los últimos años, las compañías de medios sociales han empleado a miles de personas, llamadas moderadoras, para imponer estándares editoriales de comportamiento, tal es el caso del Jack Dorsey, fundador de Twitter, que escribía en su red, que no quería que su servicio, que no ha prohibido a Jones, se convierta en «un servicio construido por nuestros puntos de vista personales que pueden girar en cualquier dirección».

No cometer errores, eso es exactamente en lo que se han convertido los que han prohibido a Jones, sus puntos de vista personales, incluso si se discutieron en una sala de juntas, han creado una política a través de evaluaciones subjetivas, que luego se ha aplicado a través de la aplicación subjetiva de los criterios acordados, tan es así que cuando se consultó a Mark Zuckerberg sobre la decisión sobre Jones, como supuestamente lo fue, no habría dicho «por favor, compruebe lo que hace el algoritmo», hubiera pensado, tal vez como padre, que alguien que ha hecho que sus afligidos padres se escondieran, no era alguien a quien su plataforma debería ayudar.

Twitter describe sus reglas como «Un documento vivo» y esa es la palabra clave, «vivir». Aquellos que han censurado a Alex Jones esta semana lo han hecho porque las llamadas políticas a las que han llegado, durante un largo período de tiempo y mediante elecciones a veces arbitrarias, son un reflejo de la experiencia vivida por quienes las construyeron, sobre todo las vidas de los genios de Silicon Valley, que sugieren que Alex Jones es un trabajo desagradable.

En solo unos pocos años, menos que un clip en la historia humana, la esfera pública habrá sido completamente reinventada y ahora no serán los estados poderosos, ni las grandes empresas privadas que, a pesar de su promesa de hacer que el mundo sea más abierto, están asociadas a la censura, pero para navegar la próxima era, la pregunta que debemos hacernos es «¿Alex Jones era malo o no?» o incluso «¿Quién tirara la primera piedra?», más bien debiésemos preguntarnos «¿Quién controla nuestra libertad para hablar?» o “¿Necesitamos tener el control de esta libertad ahora?”.

Fuente
BigThink

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba
Translate »
error: