¿Quién decide por ti: tú o el algoritmo?

La periodista española Laura G. De Rivera advierte en su libro Esclavos del algoritmo que el mayor peligro de la inteligencia artificial no está en la tecnología, sino en nuestra pasividad. En un mundo donde los algoritmos anticipan lo que queremos antes de que lo sepamos, la libertad individual se diluye entre estadísticas y predicciones automatizadas.
La IA puede saber qué cenarás esta noche, qué música te gusta o qué emociones te dominan, pero ese nivel de precisión tiene un costo: perdemos autonomía, imaginación y capacidad de decisión. “Si no pensamos, otros lo harán por nosotros”, afirma De Rivera.
La solución está en pensar.
La autora propone una respuesta sencilla y poderosa: recuperar el hábito de pensar. En lugar de llenar cada momento libre con pantallas y estímulos, deberíamos reconquistar los espacios de reflexión. Solo el pensamiento crítico puede protegernos del control algorítmico y de la manipulación digital.
Educación digital y conciencia de datos.
De Rivera insiste en que muchos usuarios no comprenden que, al usar redes sociales, están trabajando gratis para las plataformas. Cada clic, cada video visto, cada foto subida alimenta un sistema que comercia con nuestros datos. Por eso, entender cómo funcionan estas plataformas es clave para tomar decisiones informadas y proteger nuestra privacidad.
La IA no es el enemigo, pero sí nuestra pereza.
La inteligencia artificial no actúa por sí sola. Son los humanos quienes la diseñan, la entrenan y la aplican. El problema surge cuando dejamos de cuestionar sus decisiones y asumimos que “si lo dice el algoritmo, debe ser cierto”. Esta actitud nos vuelve vulnerables y fácilmente manipulables.
Voces que incomodan: los héroes del silbato.
El libro también destaca a figuras como Edward Snowden, Sophie Zhang, Timnit Gebru y Guillaume Chaslot, quienes denunciaron prácticas abusivas dentro de gigantes tecnológicos. Desde vigilancia masiva hasta manipulación política con bots, sus testimonios revelan cómo los algoritmos pueden ser usados para distorsionar la realidad y silenciar la disidencia.
Lo que la IA no puede hacer
Por más sofisticada que sea, la inteligencia artificial no puede crear desde la empatía, ni actuar con solidaridad, ni imaginar lo que aún no existe. Esas son cualidades humanas que debemos proteger y cultivar. La esperanza, concluye De Rivera, está en recuperar lo que nos hace únicos: pensar, sentir y decidir por nosotros mismos.




