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Oler el aire para salvar la capa de ozono

Científicos olfatean el aire buscando gases potencialmente venenosos que dañan el protector natural de la tierra

En lo que era una estación de investigación en el lado de un volcán, a 4 mil metros sobre el nivel del mar, fue donde se recogió la señal clave, que advirtió que, a pesar de existir una prohibición internacional, alguien, en algún lugar, estaba emitiendo CFC, un contaminante dañino para el ozono y el primero en darse cuenta Stephen Montzka de la administración nacional oceánica y atmosférica de los EE.UU. o NOAA, había estado analizando los datos recopilados en varios sitios desde 2013.

Las mediciones indicaban que el declive de una sustancia química peligrosa en la atmósfera, el CFC-11, había disminuido inesperadamente, «el hallazgo fue tan sorprendente que tuve que asegurarme de que era real», recuerda, pero fueron los datos de Mauna Loa los que lo convencieron.

Desde la década de 1950, el observatorio Mauna Loa en el gigantesco volcán hawaiano del mismo nombre a monitoreado continuamente el aire mientras navega a través del océano Pacífico, en mayo de 2018, un artículo publicado en la revista Nature reveló el preocupante descubrimiento en detalle, CFC-11 era arrastrado por el viento sobre el océano Pacífico desde el este de Asia.

Ahora, una investigación internacional está en curso para encontrar la fuente, ese proceso nunca podría haber comenzado sin los datos iniciales, al «olfatear el aire» y monitorear los niveles de varios gases en él, los científicos pueden detectar la presencia de contaminantes, los clorofluorocarbonos, o CFC, fueron prohibidos internacionalmente en 1996 bajo un tratado importante llamado el Protocolo de Montreal y a través del acuerdo, los países de todo el mundo decidieron cómo protegerían el ozono, un gas traza en la atmósfera que impide la entrada de la radiación ultravioleta emitida por el sol.

Olfateando CFC.
Si no se eliminan adecuadamente, los electrodomésticos comunes como los acondicionadores de aire y los refrigeradores pueden liberar CFC en el aire, pero la cantidad encontrada en la atmósfera en indemne.

Como sabuesos, olisquean el aire buscando culpables

Los CFC contienen el gas de cloro que destruye el ozono, que se libera gradualmente de los CFC a medida que permanecen en la atmósfera, la suspensión de los gases CFC para su uso en productos y en la industria tenía como objetivo provocar un declive cada vez más acelerado y hubo varios indicios que apuntaban a una posible nueva fuente de CFC-11, afirma Alistar Manning de la MetOffice  inglesa, esto incluía el hecho de que el gradiente, o la diferencia en los niveles de CFC-11 atmosféricos en el hemisferio norte y el hemisferio sur, era divergente.

«Ese estrechamiento del gradiente, estaba empezando a ampliarse nuevamente, lo que luego apuntó al hecho de que tal vez haya nuevas emisiones en el hemisferio norte», explicó, pero eso no fue suficiente para demostrar que alguien estaba emitiendo mucho más CFC-11, por lo que tomó los datos de Mauna Loa para revelar el origen.

Manning pudo usar la herramienta de modelado de dispersión atmosférica de MetOffice para confirmar el lugar probable desde donde se originó este nuevo brote potencial de CFC-11 y descubrió que cada vez que las mediciones de CFC-11 de Montzka en Mauna Loa eran menores, había menos viento desde la dirección de Asia Oriental.

«Esa es otra parte del rompecabezas: algo que está sucediendo en el este de Asia y que podría estar causando este aumento en las emisiones», dice Manning y cuando llegó la noticia de que el gas prohibido parecía estar descendiendo del este de Asia, muchos querían mirar más de cerca, la ONU, por ejemplo, lanzó una investigación.

Pero el diario Nature también llamó la atención de la environmental investigation agency, EIA, una organización benéfica que lucha contra el crimen y el abuso ambiental, «tan pronto como lo leímos … nos dimos cuenta de que era realmente era un gran problema», afirmó Clare Perry, activista de la agencia, ella y su equipo inmediatamente pensaron buscar fuentes potenciales de CFC-11 en China y contactaron a varias compañías chinas que procesan productos químicos o fabrican productos que podrían aislarse con espuma que contiene burbujas de CFC-11.

Las respuestas fueron sinceras, al parecer, un representante de una empresa dijo, «compramos CFC-11 y lo mezclamos, ya ves, nadie viene a inspeccionar nuestro trabajo de procesamiento», y la EIA, recibió indicaciones de 18 compañías de que usan CFC-11 de alguna forma a menudo para fabricar espuma aislante en electrodomésticos y edificios.

El desafío ahora es demostrar que tal actividad puede explicar el volumen adicional de CFC-11 que aparentemente se libera cada año, unos 13 millones de kilogramos, según Montzka y es que “olfatear el aire» suena simple, pero la ciencia involucrada en medir moléculas o partículas en la atmósfera es un poco más compleja, el método utilizado para detectar el CFC-11 en Mauna Loa fue la cromatografía de gases, un proceso mediante el cual los gases en una muestra de aire se separan a lo largo de un tubo largo y enrollado.

A medida que van soplando a lo largo del tubo, se mide y compara la velocidad a la que llegan al otro extremo, las partículas más grandes, por ejemplo, llegan más lentamente que las más pequeñas y con espectrometría de masas, la ciencia de la identificación de moléculas por su volumen, a menudo se utiliza junto con la cromatografía y luego está la instrumentación necesaria para medir partículas pequeñas de sólidos o líquidos que flotan en el aire.

Pero con los científicos de todo el mundo están literalmente «olisqueando el aire», por lo que algunos misterios son cada vez más fáciles de resolver y a raíz de los accidentes nucleares o de las emisiones ilegales no declaradas, estas personas suelen ser las primeras en saber, las primeras en revelar una verdad invisible.

Fuente
ACS.org

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