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Mujeres atrapadas entre la frontera y el engaño

Cientos de mujeres huyen del hambre y son atrapadas por traficantes y grupos delictivos

Familias enteras, y sobre todo mujeres que intentaron huir de la crisis económica de Venezuela, ahora fueron forzadas a regresar al país huyendo de las crisis de salud causadas por la pandemia en Colombia, Perú o Ecuador, están en el extremo desesperado, varadas en medio de las fronteras y están siendo obligadas a trabajar sexualmente para subsistir, afirman varias ONG.

Muchas familias en Venezuela no tenían nada en casa, desde hace mucho, y las mujeres al ver a sus hijos crecer sin comida, sin nada, se convirtió en insoportable y millones de venezolanos salieron del país para sobrevivir. Pero, la pandemia, los ha dejado en el limbo social, y se encuentran atrapados en las fronteras entre Ecuador, Colombia, Perú y nuevamente hambrientos han pasado de una crisis a otra.

El colapso económico de Venezuela ha alimentado una crisis humanitaria a gran escala, compleja e infrafinanciada. Se estima que 4,5 millones de venezolanos han huido de un país azotado por el desempleo, el colapso de los servicios públicos, el sistema de salud y la grave escasez de alimentos. Debido a ello y como refugiadas, son las mujeres las más vulnerables a la explotación laboral y sexual, la trata y la violencia.

La columna vertebral de la clase trabajadora salió de Venezuela en gran medida a pie, con sus posesiones en bolsas o rodando detrás de ellos en maletas, viajando por carreteras para cruzar las fronteras, legal o ilegalmente, hacia los países donde ahora son víctimas de xenofobia y discriminación.

El coronavirus agravó el problema de la entrada ilegal por el cierre de las fronteras y obligó a miles de mujeres caminantes a tomar carreteras informales, o trochas, ya que los cierres a través de América del Sur les cerraron los medios legales para huir de países donde el virus ha desarrollado una mortandad incalculable.

Trata de Mujeres.
La nula o extremadamente poca ayuda disponible de las agencias humanitarias, las mujeres refugiadas que quedaron indigentes atrapadas en las fronteras con Perú, Ecuador y Colombia se enfrentan a la decisión de esperar el fin de la pandemia o regresar a casa.

Cientos de mujeres están siendo obligadas a trabajar sexualmente, al igual que sus hijas

«He oído muchas historias sobre mujeres en estos senderos», afirma Paola, de 36 años, madre de tres hijos que se atascó en Cúcuta, en la frontera norte de Colombia. «Contrabandistas, traficantes y grupos armados irregulares cobran alrededor de 2,50 dólares para que puedas cruzar la frontera. No es un cruce legal ni es seguro y no hay garantías de que salgas de ahí con vida, especialmente las mujeres».

«Los hombres piensan que debido a que están solos con los niños, las mujeres deben estar vendiéndose a sí mismas. He tenido varias propuestas para venderme con el fin de alimentar a mis hijos. Y ha sido muy difícil negarme porque necesito el dinero», añade.

Durante el encierro, los venezolanos, que constituyen más del 50% de la mano de obra informal de Colombia, se han visto obligados a permanecer en el interior y sin fuentes de ingresos para pagar alimentos y alquiler, miles han sido desalojados no sólo en Colombia, sino también en Perú, Ecuador y Brasil.

Los grupos delictivos se adueñan del negocio de la trata de blancas durante el contagio

Alexandra Moncada, directora de Care International en Ecuador, afirma que: «Hay hasta 400 desalojos al día solo en Ecuador bajo el azote de la pandemia, debido a la imposibilidad de pagar el alquiler, lo que obliga a familias enteras a dormir en la calle, incluidas mujeres embarazadas y niños. Las condiciones de vida han cambiado de mal en peor, especialmente para cientos de adolescentes de hogares empobrecidos y migrantes».

La comunidad internacional o los gobiernos locales han hecho poco para abordar cuestiones específicas de género. Por lo que, miles de mujeres refugiadas en ciudades como Bogotá, Quito o Lima, se han visto obligadas a trabajar sexualmente para sobrevivir, pues no tienen otra opción que seguir trabajando durante la pandemia de coronavirus, como afirmó Karina Bravo, una ex trabajadora sexual y protectora de la Red Latinoamericana de Trabajadoras Sexuales, Plaperts.

«Las condiciones para las trabajadoras sexuales ahora bajo la pandemia son preocupantes. Las medidas de cuarentena han hecho que no puedan generar suficientes ingresos para sus familias en Venezuela, o incluso para sostenerse», finaliza Bravo. Se estima que 70 mil refugiadas permanecen varadas en Cúcuta, donde se informa que comen perros, gatos y palomas para sobrevivir.

Fuente
ReutersMovhuveAlNavioPublicoPlaperts

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