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El poder de las multitudes en Venezuela

Marchas y más marchas son convocadas, pero la situación sigue incólume

En la madrugada del 30 de abril nos aseguraron los medios de comunicación, lo que fue un movimiento impresionante, la televisión mostró multitudes controlando las calles de Caracas y anunciaban el terminó del régimen de Nicolás Maduro, un movimiento desproporcionado al que no podría sobrevivir en un país en crisis económica y con sólo la distante Rusia de su lado.

Tres semanas y tanto después, tan sólo de puede suponer que el opositor al gobierno de Maduro, Juan Guaidó, calculó mal, pues la expectativa sobre la posible infiltración en el ejército, como eje central para trazar un golpe de estado, además del apoyo de los agentes norteamericanos que habrían ofrecido incentivos, no fueron más útiles que el simple apoyo ruso.

Claramente esta asunción fue incorrecta, los norteamericanos la soplaron, y el ejército mantuvo en gran medida los privilegios del poder, por lo que la oposición se vio obligada a retirarse y lamer sus heridas, mientras que los delegados se han retirado al inicio de las causas perdidas, a Oslo en Noruega par las «conversaciones».

Este fue el mayor de los errores históricos, que se ha repetido un y otra vez, confundir multitudes con poder, y en Venezuela, así como en los medios internacionales, han desaparecido los titulares, esos titulares sobre las multitudes, no sobre las realidades del poder.

El problema de las multitudes es que, tarde o temprano, se van a casa, al igual que en la primavera árabe de 2011, lo que sucedió en las calles de varias capitales, esas multitudes supuestamente fueron dibujadas por el grito tan cacareado de las redes sociales, pero se disolvió en muchos lugares en la nada.

La plaza de Tiananmen no trajo abajo al régimen chino en 1989 y millones de egipcios convergiendo en plaza Tahrir de el Cairo, en 2013 sólo ganaron más de la dictadura; las multitudes en la plaza de Taksim de Estambul no depusieron al presidente Erdoğan en 2013, todo lo contrario, y los disturbios en Teherán no pusieron fin a los ayatolás de Irán en el 2017.

Misericordiosamente, el poder en una democracia emana de las urnas, probablemente una de las multitudes más grande en la historia congregada en Londres, contra la guerra de Iraq de 2003, tuvo impacto cero en el gobierno de Tony Blair.

Multitudes.
Mientras se ve la extinción de la rebelión del mes pasado, tentativamente los guerreros pintados con la bandera tricolor no causaron más que destrozos.

Las multitudes no parecen estar decidiendo los futuros de Venezuela

Hoy en día, no parece que convocar multitudes puede revertir lo que se está sucediendo, aunque es un derecho reclamar a la autoridad un acuerdo, pero el problema con las multitudes, es que no son sutiles, pero a falta de la votación, sólo las multitudes parece surtir efecto.

Al inicio de la revolución francesa en 1789, Louis XVI convocó a su ejército a París, pero fue persuadido por un comandante de no desplegarse contra la mafia, ese consejo, afirmó Antoine de Rivarol en su momento, «no es una de las causas de la revolución, es la revolución».

Igualmente, hoy, los asiduos manifestantes en las calles de Jartum están todavía esperando a ver en que se está convirtiendo el uso de las armas del gobierno de Sudán, los ejércitos son perfectamente capaces de girar contra los gobernantes, pero raramente dan la ventaja a la democracia.

Las cálidas multitudes, ofrecen comodidad y tranquilidad para las opiniones, movilizan la emoción entre los afines y dan la sensación de apagar el argumento del contrario y a veces se les olvida que las multitudes pueden ser de dos formas, democráticas una vez y represivas en la otra.

También se pueden aprovechar como una ventaja a la represión, como lo hiso el movimiento fascista, al suprimir a la chusma como un tótem de poder, y Maduro fue capaz de organizar una manifestación aparentemente considerable en su propio apoyo.

Pero en todas partes del mundo las multitudes están bailando en las calles, pero el papel de las masas en política es incierto y mientras se ve la extinción de la rebelión del mes pasado, tentativamente los guerreros pintados con la bandera tricolor no causaron más que destrozos.

«SOS Venezuela», el éxtasis de la revolución… saliendo de los roles asignados y los estados, de género, etnia, tribu y rango, en una utopía breve de igualitarismo y de amor mutuo, es una especie de política de carnaval y de no hacer preguntas.

Pensaban varios expertos, hace una década, que desaparecerían este tipo de participación pública en la era de internet y estaban equivocados, como se vio en la primavera árabe y desde entonces, internet sólo alimenta su antítesis, un deseo de congregación humana, en multitudes.

Internet también puede engañar a sus adictos pensando que los medios sociales pueden medir el poder numérico, la realización final de las multitudes de Trotsky son como «la columna vertebral de la revolución».

2 mil millones de usuarios de Facebook seguramente deben vencer a Donald Trump, pero no lo hacen, son sólo 2 mil millones de usuarios de Facebook, una especie de atasco de tráfico en la autopista, no es poder.

La gente puede ser más eficaz cuando se desplega tácticamente contra un objetivo específico, allí pueden ganar, donde el poder es avergonzado por la publicidad, puede ceder terreno sin demasiado inconveniente, allí las multitudes son excelentes.

Las personas salen a las calles por diversas razones: para la vinculación a un grupo; expresar quejas y frustración; a señal de virtud; o como el movimiento hippy, «abrazando a los extraños y demostrar alegría colectiva».

Pero en una democracia de multitudes políticas no sobrepuja las urnas, son un intento de intimidar al argumento por la fuerza de los números, como tal, se basa en la publicidad y en su llamamiento a los medios de comunicación, pero olvida que los medios de comunicación son las multitudes y cuando pasa el desfile, la gente recoge sus bolsas y se va a casa.

Fuente
France24

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