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El escándalo militar de los falsos positivos

El héroe del ejército colombiano Mario Montoya asesino a miles de hombres inocentes por guerrilleros

Miles de colombianos, fueron ejecutados por el ejército durante la primera década del siglo XXI, muchos de ellos, fueron enterrados en fosas comunes. Entre ellos el hermano de Jacqueline Castillo, quien consiguió la inhumación de su hermano en 2008, Castillo no lo sabía entonces, pero estaba de pie junto al sitio de una fosa común por lo que se conocería como falsos positivos.

Como falsos positivos, se les conoce a personas inocentes asesinadas extrajudicialmente por miembros del ejército colombiano, y luego falsamente etiquetadas como combatientes de las guerrillas.

Nadie sabe exactamente cuántos jóvenes se convirtieron en falsos positivos. El informe más reciente publicado por la fiscalía general de Colombia indica que entre 1988 y 2014, alrededor de 2 mil 248 personas fueron asesinadas.

Informes anteriores de organizaciones de derechos humanos han estimado que el número puede ser de 5 mil o incluso mayor. Las víctimas de los falsos positivos, tendían a ser pobres jóvenes; algunos tenían discapacidades de aprendizaje. Habían sido atraídos a lugares lejanos, con la promesa de un trabajo, por «reclutadores», personas pagadas por soldados para encontrar posibles objetivos, que luego fueron asesinados.

Falsos Positivos de Colombia.
En 2006, Álvaro Uribe nombró a Montoya comandante del ejército. Ese año, al menos dos ONG comenzaron a publicar informes que afirmaban que el ejército había utilizado la práctica de falsos positivos durante años.

El escándalo de los falsos positivos, empañó la reputación del ministerio de defensa y puso en peligro los miles de millones de dólares en ayuda militar que Estados Unidos otorgaba

Lo que había detrás de los asesinatos de los falsos positivos, era una política de gobierno que buscaba derrotar, a toda costa, al movimiento guerrillero de las FARC, contra el que había estado luchando durante décadas. Desde principios del año 2000, el ministerio de defensa y el ejército habían publicado directivas que priorizaban el recuento de cuerpos por encima de todos los demás resultados.

Inicialmente, sólo un pequeño número de soldados participaron en tales asesinatos, creen los expertos, y tuvieron cuidado de encubrir sus crímenes. Pero a mediados y finales de la primera década del 2000, los soldados que asesinaron a civiles se habían vuelto tan numerosos y flagrante que era inevitable que se descubrieran sus atrocidades.

Se ofrecieron una serie de recompensas, como dinero, medallas y vacaciones, a unidades militares que lograron altos recuentos de cuerpos, según Human Rights Watch. Los soldados que mataran a seis falsos positivos o más eran elegibles para bonificaciones de hasta 30 millones de pesos, unos 15 mil dólares de entonces. El resultado fue un sistema de incentivos perversos que llevó a los soldados a buscar y matar a miles de civiles vulnerables.

Hoy, más de una década después de que se descubriera la magnitud de los asesinatos de falsos positivos, el escándalo sigue renegando a Colombia. En el centro del tumulto se encuentra el oficial militar más celebrado y controvertido de la historia reciente de Colombia, el general Mario Montoya.

Fuente
ElTiempoHRWElGuardianJEP

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