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Trump y Chávez: Te pareces tanto a mi…

Para nadie es secreto el parecido de la fanfarrona política de Trump y Chávez

La historia parece repetirse cíclicamente y a veces en forma equivalente y Trump y Chávez son un caso de estudio. el manejo del coronavirus por Trump parece no ser tanto un accidente automovilístico, como a un choque múltiple, con uno y otro vehículo golpeando contra un montón de metal retorcido: primero negándolo y dejando a hospitales y laboratorios poco preparados, discutiendo con los gobernadores y medios de comunicación, para terminar, vendiendo cuentos chinos y teorías conspirativas, para cerrar, declarando a la OMS como chivo expiatorio.

Ahora bien, con la elección de noviembre acercándose apocalípticamente, el Covid-19 puede terminar grabado en la lápida política de Trump, pero no les parece que esto ya lo habían vivido, otra versión de esta misma película en la que los sucesos giraban similarmente, con un final sorpresivo, en el que al final el presidente ganaba, el nombre era Hugo Chávez y era socialista. Lo han notado, Trump y Chávez, tienen muchos lugares comunes.

El impredecible exlíder de Venezuela murió en 2013, pero estableció una plantilla que Trump ha seguido con éxito desde que se postuló para la nominación republicana en 2016, ser un fanfarroneo, distracción, polarización y patrocinio pueden ir muy lejos, cuando se fusionan con el astuto cálculo electoral y esto fue lo que, puso a Trump en la Casa Blanca y podría darle otra oportunidad, pues poco importa si el camino está lleno de fiascos políticos. Trump y Chávez, llegaron a las mismas conclusiones.

Durante sus 14 años de gobierno, Chávez presidió la disfunción económica, el caos gerencial y moviéndose sigilosamente hacia el autoritarismo, el socialista murió poco antes del colapso económico de Venezuela, pero dejó al país hundido y desgarrado por el crimen violento, por lo que la gente aterrada permaneció en casa por la noche, en un encierro de facto.

También luchó con los gobernadores estatales, los medios de comunicación y las organizaciones multinacionales, propagó teorías conspirativas y proclamó una cura «milagrosa» para su propia enfermedad terminal, por lo que ganó las elecciones antes de desaparecer del panorama.

Ayudó que fuera capaz de intimidar a sus oponentes, abusar de las reglas electorales, explotar el patrocinio estatal y aprovechar los canales de televisión sicofantes, con personajes como Mario Silva, presentador de un programa llamado La Hojilla, actuando como profeta y defensor.

Trump y Chávez.
Como ha pasado siempre, mucha gente no ve lo idiotas de Trump y Chávez que han llegado a ser los peores gerentes en los mejores momentos, muchos ven un líder que lo hace lo mejor que pueda siendo acosado por periodistas para exhibirse.

Trump y Chávez parecen haber estudiado, no sólo el mismo manual de estilo, sino que lo ha seguido al pie de la letra

Pero las comparaciones entre Trump y Chávez y Venezuela con los Estados Unidos tienen límites y existen diferencias obvias entre una rica superpotencia con instituciones fuertes y separación de poderes y un petroestado descompuesto sujeto a caudillos, y aunque este, por el contrario, sea un momento único, el coronavirus ha puesto el mundo patas arriba, a todo el mundo.

Trump y Chávez son muy parecidos, aunque el republicano carece de la disciplina de Chávez y en discursos y conferencias de prensa, en los que el comandante iría en zigzag desde la política económica pasando por reminiscencias sobre sus días del ejército, los elogios para su hija, una anécdota sobre los líderes extranjeros y de vuelta a la política económica, ambos son narcisistas y desprolijos, hablando más de la cuenta.

Evitando ciertos temas, esquivando muchos más, como los escándalos en PDVSA y sus culpables, que fueron obviados en las charlas y por los que se colocó a otros en medio de la polémica, una pandemia violenta que la administración de Chávez, no pudo domar, por lo que guardó silencio.

Habría persecución de falsos positivos y se culparía a personas inocentes, no se señalaría a Rafael Ramírez, pero sí a Eudomario Carruyo y pero Chávez no diría nada, pues se negó a ser el dueño del problema, cosa que funcionó, pues los agraviados fueron señalados y vilipendiados por los medios, detenidos y enjuiciados. No se llegó a ninguna parte, porque eran inocentes y todo quedó allí, bajo una montaña de humo.

Ahora se vaticina que, en medio de tal maremágnum, el opositor de Trump, Joe Biden, bien podría ganar en noviembre, pero Trump se ha preparando con el libro de jugadas que a Chávez, y por hasta ahora a Trump y Chávez, les ha servido muy, pero muy bien.

La mezcla extemporánea de fanfarronería, amenazas y humor malhumorado, le otorgan una relación simbiótica con las multitudes, pues, la articulación de agravios reprimidos durante mucho tiempo, han encontrado en la dialéctica de Trump un medio que canalizó el difunto comandante de Venezuela.

Aunque son diametralmente distintos, Trump y Chávez tienen más concomitancias que incompatibilidades

Aunque se trata de opuestos ideológicos, ya sea porque Chávez era un socialista, priorizaba a los pobres y veneraba a Fidel Castro, también era un populista conocedor de los medios de comunicación y Trump trabaja en el mismo tono: Un forastero vengador que lucha para anular un sistema podrido y hacer grande a su nación de nuevo.

Ambos calcularon, correctamente, que la aritmética electoral hizo de la polarización una estrategia ganadora, y desplegaron humor, insultos y vulgaridad para romper el protocolo y conectar se conectan con los partidarios a nivel intestinal.

Chávez tachó a los oponentes «idiotas», Trump los llamó «coños»; Chávez miró a una cámara para decirle a su entonces esposa «vas a conseguir lo tuya esta noche»; y Trump se jactaba del tamaño del pene, genios que succionaban el oxígeno, dejando a sus rivales jadeando por el aire, bomba, deslumbramiento, choque y provocación, en fin “dominadores”.

Cuatro años más tarde Trump es el titular con un récord para defender, pero al igual que Chávez todavía juega al insurgente, al campeón del pueblo que está acosado por fuerzas nefastas, como el estado profundo, los oligarcas, saboteadores, infiltrados y debe golpear de nuevo para defenderse y, por extensión, golpear a la voluntad popular.

«Cuando alguien es el presidente de los Estados Unidos, la autoridad es total», señaló Trump la semana pasada y Chávez fue igualmente contundente: «Yo ya no soy yo, soy el pueblo, y ese es mi deber, exigir respeto por el pueblo».

Trump no ha podido resistirse a tomarse el centro de atención en el drama del coronavirus, su propio Armagedón, con temerarias calificaciones y el riesgo es que en su desesperación cree una reacción, que hagan temblar las bases de la política y con las declaraciones salvajes y contradictorias, por una vez, alienen a los partidarios, pero, por ahora, no cuenten con eso, porque el libro de jugadas, es muy versátil.

Fuente
RNVCNNBritanicaElGuardianTheDailyBeast

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