La batalla de Lula por liderar contra el cambio climático

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, llega a la COP28 con la intención de asumir un papel de liderazgo en la acción climática mundial, pero también con el desafío de superar las críticas y las dudas que genera su gestión ambiental.

Lula Da Silva, regresó al poder en 2022 tras derrotar a Jair Bolsonaro y prometió revertir el deterioro de la Amazonía, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Amentar la participación de las energías renovables en la matriz energética de su país.

Sin embargo, las acciones de Lula no han estado a la altura de sus palabras. Provocando, el descontento de sectores sociales, ambientales y económicos, tanto dentro como fuera de Brasil.

Ahora Lula, se presenta en la COP28 como el líder de una delegación de más de 300 personas, la más numerosa de la historia de Brasil. Esta incluye a ministros, gobernadores, alcaldes, parlamentarios, empresarios, sindicalistas, académicos, activistas y representantes de los pueblos indígenas.

El objetivo de Lula es mostrar el compromiso de su gobierno con el Acuerdo de París

Además de la cooperación internacional para hacer frente a la crisis climática. Para ello, ha anunciado que Brasil se sumará al objetivo global de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, y que adelantará su meta nacional de reducir las emisiones en un 43% para 2030.

Sin embargo, estas promesas contrastan con la realidad de su país, que sigue siendo uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo. Registrando un aumento de la deforestación, los incendios, la minería ilegal y la violencia en la Amazonía, el mayor bosque tropical del planeta y un reservorio clave de biodiversidad y carbono.

Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), entre agosto de 2022 y julio de 2023 se perdieron 13.235 kilómetros cuadrados de selva amazónica, un 22% más que en el mismo período del año anterior, y el mayor nivel desde 2008.

Lula ha sido cuestionado por su falta de acciones concretas y efectivas para frenar este proceso. Y por su ambivalencia frente a los intereses de los sectores agropecuario, minero y energético. Que presionan por expandir sus actividades en la Amazonía y en otros ecosistemas sensibles.

El presidente aún mantiene un diálogo y concesión con los sectores agroindustriales

A estos, los que considera aliados estratégicos para el desarrollo económico y social de Brasil. Pero, que también son responsables de gran parte de la degradación ambiental y de los conflictos territoriales que afectan al país.

Lula también ha enfrentado resistencias y críticas de la comunidad internacional, que le ha exigido mayor coherencia y responsabilidad en su política ambiental. Y, que le ha condicionado el acceso a los fondos de cooperación y financiación climática.

Países como Estados Unidos, Alemania, Noruega y Francia, suspendieron o redujeron sus aportes al Fondo Amazonía durante el gobierno de Bolsonaro. Han expresado su disposición a reanudarlos con Lula, pero también le han pedido que demuestre resultados tangibles y verificables en la protección de la selva y de sus habitantes.

La COP28 es, por tanto, una oportunidad y un desafío para Lula, que busca recuperar el protagonismo de Brasil en la agenda climática global, pero que también debe enfrentar las contradicciones y las presiones de su propio país.

Ahora tendrá que demostrar que sus promesas no son solo palabras. Sino que se traducen en acciones que garanticen la justicia climática, el desarrollo sostenible y el respeto a los derechos humanos.