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Romero de América, santo de las víctimas de la violencia

El Papa Francisco confiere santidad al arzobispo salvadoreño asesinado Óscar Arnulfo Romero

Cuando el ejército salvadoreño respaldado por Estados Unidos estaba utilizando escuadrones de la muerte y torturas para impedir que los revolucionarios de izquierda tomaron el poder, Romero no tuvo miedo de hablar en sus sermones semanales, elogió al clérigo, y fue un defensor de la paz durante la guerra civil de El Salvador, y por sacrificar su propia seguridad para estar «cerca de los pobres y su gente», El Papa Francisco le ha concedido el título de Santo de las víctimas, Santo de la impunidad y Santo de América.

Bien dice Rubén Blades en su canción el Padre Antonio y su monaguillo Andrés: “en Latinoamérica matan a la gente, pero nunca matan las ideas”, pues varios cardenales conservadores latinoamericanos en el Vaticano bloquearon su beatificación durante años porque les preocupaba que su muerte fuera provocada más por su política y no por su predicación, «no podemos pasar por alto que muchos de sus oponentes más vocales estaban en la iglesia», explica el profesor Michael Lee, un teólogo en la universidad de Fordham, «no era solo una cuestión de fe y política como dos cosas separadas, sino la dimensión política de la fe misma».

Durante el proceso de beatificación y la posterior santificación, algunos vincularon al padre Romero con la teología de la liberación, este fue un movimiento que surgió de la pobreza y la desigualdad de la región con la creencia de que la Iglesia podría desempeñar un papel en el cambio social, su muerte horrorizó al mundo y aumentó la violencia en El Salvador, que se convirtió en una guerra civil de 12 años que se cobró 75 mil vidas, sus asesinos nunca han comparecido ante la justicia.

San Óscar Arnulfo Romero.
Instantes antes de recibir el disparo, al notar que habían venido a matarlo, testigos cuentan que el padre miró a los ojos a sus verdugos y les dijo «Un obispo puede morir, pero la iglesia de dios no morirá. Que mi sangre sea semilla de libertad».

Mártir y abocado a los pobres y a la paz por encima de su vida

«La ley de Dios que dice que no debes matar debe venir antes que cualquier orden humana de matar. Ya es hora de que recuperes tu conciencia», dijo en el sermón previo a su asesinato, y pidió a la Guardia Nacional y a la policía que detuvieran la violencia, «Te lo suplico, te lo ruego, te ordeno en nombre de Dios: Detén la represión» y al día siguiente, el 24 de marzo de 1980, el arzobispo Romero fue abatido a tiros mientras celebraba la misa en la capilla en el hospital La Divina Providencia.

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez nació en el municipio salvadoreño de Ciudad Barrios, de Santos y su esposa Guadalupe de Jesús Galdámez, el 15 de agosto de 1917, popularmente llamado Monseñor, fue un sacerdote católico, que pronto se convirtió en el obispo y, posteriormente, el cuarto arzobispo de San Salvador, su vida espiritual fue inspirada por el Opus Dei, como arzobispo, se encontró con varios casos de abusos contra los derechos humanos, y se encargó de protestar contra estas faltas.

Adoptando un enfoque no violento, apoyó a los pobres y condenó las acciones del ejército, conservador por naturaleza, a menudo no era muy popular entre los sacerdotes que se pusieron del lado de los marxistas, sus métodos de castigar los problemas sociales como la injusticia, la pobreza y los asesinatos desenfrenados de sacerdotes y monjas no fueron demasiado bien para algunos de los ciudadanos del país, durante su época como arzobispo, varios sacerdotes famosos como Rutilio Grande, Ernesto Barrera y Napoleón Macías fueron asesinados.

En 1980, Romero recibió un disparo que causó un alboroto en toda la ciudad entre sus seguidores, a título póstumo, ha sido honrado por muchas personalidades estimadas, incluido el presidente de Estados Unidos, Barrack Obama, el Papa Juan Pablo II le otorgó el título de «Siervo de Dios» y en 2015, el Papa Francisco lo nombró mártir por sus esfuerzos humanitarios como obispo.

Fuente
ElSalvador

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